Seguro que más de una vez habéis escuchado que no hay que irse a la cama enfadados, lo que a lo mejor no sabéis es que este gran consejo tiene una explicación científica: durante el sueño consolidamos los recuerdos… Y nadie quiere construir un almacén mental de recuerdos negativos sino todo lo contrario, ¿verdad?
Bien es cierto es que que hay días en los que todo fluye, días que pasan sin mayor pena ni gloria y otros días en los que el universo entero parece conspirar para fastidiarte y amargarte la fiesta. Personalmente, intento afrontar esas jornadas en las que encadenas pequeñas tragedias y nada parece salir bien con el mayor positivismo posible ya que creo que en cierta manera una carga de pesimismo no hace más que atraer más cosas negativas.
Mi experiencia me dice que en gran parte de las ocasiones, únicamente es necesario un pequeño gesto para cambiar el chip y encauzar la jornada. Por ejemplo, a mí me me va bien:
- Permitirme salir un poco antes del trabajo, ir a casa antes de que lleguen los niños, encender unas velas y poner música, muy alegre o muy triste (funcionan ambos extremos).
- Relajarme tomando un baño caliente y largo.
- Escuchar a mi cuerpo y darle un capricho pidiendo cena a domicilio en alguno de mis sitios a mi sitio favoritos lo que, además, me libra de hacer y recoger la cena. Win win.
- Darme un capricho porque me lo merezco: un vestido, un labial, unos zapatos nuevos.
- Coger el teléfono y llamar a la persona adecuada.
- Mostrarme vulnerable con los míos y dejarme querer y mimar un poquito.
Cómo veis, son acciones pequeñas que sirven para relativizar la importancia de aquello que haya pasado. Si, ni aún así consigo remontar el día, mi alternativa es darlo por zanjado lo antes posible, meterme en la cama prontito, dejar que el sueño me atrape mientras leo un buen libro y amanecer descansada en la mañana siguiente.
Y vosotras, ¿cómo afrontáis esos días en los que todo, todo, sale mal? ¡Contadme!